dilluns, 31 de març del 2014

Revolución en la mente

Estaba cansado, ya no tenía más fuerzas y hasta respirar le suponía un esfuerzo sobrenatural. Acababa de llegar de su primera y última clase del día. Había decidido que a la siguiente no iba. De hecho, era ya una costumbre des de hacia ya varias semanas. No valía la pena malgastar aquella hora en aquella clase tan ínfimamente aburrida en la que el profesor se dedicaba a contar batallitas de su vida en lugar de centrarse en lo que realmente era necesario.

Prefería dedicar ese rato a escribir, leer, formarse por su cuenta, quedar con amigos, buscarse la vida.
Pero ese día fue especial. Al abrir la puerta de su casa se sintió terriblemente solo. Se sirvió una taza de té que preparó la noche anterior. Para cuando se sentó a escribir vio que ya no le quedaba más nada. Tan solo la taza con los restos de azúcar de ese té que se había bebido en un suspiro. Mentira, más rápido que lo que se tarda en hacer un suspiro.

Miraba al fondo de la taza y se veía a él mismo. Se identificaba fácilmente con los pequeñísimos granos de azúcar. Abatidos, insignificantes y que después de la taza, desaparecerían en el desagüe.

Durante los meses que llevaba en aquel lugar había adelgazado, aun así, no podía soportar su propio peso. Eran tantos los problemas, los ir y venir de ideas, de ilusiones que se le pasaban por la cabeza y que de allí no salían. Estaba ya harto de llamar puerta tras puerta y ver como nadie le ayudaba. No encontraba trabajo, por más que buscaba. Estaba exhausto de mirar y remirar los anuncios de los periódicos, aquellos anuncios prometedores, que aportaban un pequeño rayo de luz a su oscuro presente pero  que, cuando llamaba para informarse, no daba el perfil o el sitio vacante ya no lo estaba.

Se sentía tan mal. Pensaba que no estaba aprovechando el tiempo y que no había nada que le motivara. No creía en sí mismo, en sus propias capacidades que, si las potenciara, seguro que tendría muchas oportunidades. La pereza y la poca autoestima se juntaban y creaban un sinfín de emociones negativas que para nada ayudaban al pobre muchacho a salir adelante.

Veía su futuro oscuro, incierto. No sabía que haría mañana, ni tan solo que haría un segundo después del presente que ya es pasado. Eran muchos los minutos, los días que había perdido pensando, al fin i al cabo, estupideces como la de dejarlo todo, de abandonar esta lucha que creía perdida.
Había días que se sentía tan inferior, desgastado, cansado, derrotado, fracasado, abatido que nada ni nadie era capaz de animarlo, de hacerle ver un poco de esperanza al final del camino.

Pensaba que todo esfuerzo era insuficiente para salir adelante, para continuar a pié de cañón decididamente con tal de poder lograr aquello que no sabía aún que era.

De repente, todo cambió. Un toc-toc en su puerta inesperado hizo que todas esas penas desapareciesen. Era su amiga, había venido a visitarle. Sabía que cuando ella venia, todo era diferente. Podía confiar en ella. Pasaban horas y horas hablando de la vida, de sus problemas, se aconsejaban mutuamente. Siempre había un antes y un después en esas charlas ya que los ánimos del chico volvían a niveles más altos de los esperados.

Y si se estaba preocupando demasiado por todo, se preguntaba. Afirmativa era la respuesta pues en verdad, todo lo que le pasaba era que se estaba haciendo mayor, empezaba ahora a vivir en primera persona, solo, sin nadie que le guiara.


Crecemos y no nos damos cuenta y cuando menos nos lo esperamos, nos encontramos con problemas y revoluciones en la mente que nos hacen pensar más de lo que hemos pensado al largo de nuestra vida. Por qué señores, esto es crecer. Es preocuparte por el día a día, por el futuro que nos espera. Y cuando se empieza y no se tiene experiencia, engrandecemos aquello que en verdad es tan pequeño como los granos de azúcar de la taza del té ya acabado.

3 comentaris:

  1. No sé que fas però em captives amb els teus escrits! M'encanta!

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  2. Se dice que la tristeza es un estado mental. Que la soledat es un estado mental. Dicen que es la mente y no el cuerpo aquello que está solo.
    Y la realidad es que al fin y al cabo somos granos de azúcar que nos quedamos al fondo de la taza cuando nos quitan aquello que nos daba una razón de ser. Solos, asustados y juntándonos inconscientemente a aquellos también solos granos de azúcar que han perdido una razón de existir. Es en ese instante que cada uno de los granos busca una nueva razón de ser, sin que esta búsqueda les proporcione compañía, un escape a la soledad de cada uno de esos granos.
    Hasta que cada uno de estos granos vuelve a ser un grano de azúcar útil.
    Quizás tu amiga es esa última gota que queda al fondo de la taza. Quizás te da una razón de ser.
    Quizás haga compañía a tu mente. Quizás te evada. Quizás no sea nada.

    En realidad eso lo sabes tú.

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