dijous, 19 de febrer del 2015

Re-descubrimiento

Cuesta tanto ser uno mismo. Tener la capacidad de centrarse en tus propios ideales, dejando atrás las opiniones y/o críticas de los demás.

Todo esto en un mundo de hipócritas en el que se nos dicen ideas tan estúpidas como “todo vale” o “todo tiene cabida” cuando, en realidad, nos seguimos sintiendo asustados por lo diferente.

¿Hasta cuando va a haber mentes retorcidas que no acepten el paso del tiempo y, con este, las nuevas tendencias?

¿Hasta cuando vamos a tener que diferenciar los que tienen que decir que son homosexuales de aquellos quienes se da ya por hecho que les gustan las personas del sexo opuesto?

Hace unos meses empecé a cuestionarme todo de mi. ¿Quién era, qué quería, dónde iba...? Pero, sobretodo, quise indagar más en mi propia sexualidad. Era un campo que, hasta entonces, nunca me había planteado, al menos, de forma clara, seria y contundente.

Quise buscar en la más profundidad de mi ser personal, aquellos rincones tan escondidos que, por no mostrar, no mostramos ni a nosotros mismos. Más o menos sabía lo que quería o esperaba encontrar. Sólo era cuestión de iluminar esta parte, mostrarla, primero a mi y después al resto del mundo. De igual manera que voy con la cara descubierta por la calle, no veo la razón de esconder esto que estaba tan desenfocado.

Después de muchas noches pensándolo, contemplando diferentes posibilidades, de cuestionarme mis gustos y tendencias; después de pasar este escáner por mi más profundo yo, llegué a la conclusión que lo único que necesitaba era conocerme.

Conocerme y escucharme. Tenía que mirar a mi interior y saber quién era el verdadero yo. Re-descubrirme.
Después de todo me presenté a mi mismo, como si me presentaran a alguien nuevo. Una nueva persona que se conocía muy bien, que se quería aún más, no por lo que era, más bien por quién era.

Es en este re-descubrimiento en el que he aprendido otras muchas cosas. A ser uno mismo, por ejemplo, más auténtico.

Como dice La Agrado, personaje interpretado por Antonia San Juan en la película Todo sobre mi madre del gran Almodóvar -¡Ay, mi Pedro!- “una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de si misma”.

Y es que hemos venido al mundo para ser nosotros mismos. Sin armarios que valgan ni opiniones ajenas que importen.

dimarts, 5 d’agost del 2014

Recuerdos de aquello que un día fue y nos hemos encargado de que ya no sea

Y de las cartas, ¿qué se sabe? Hoy en día solo se reciben las del banco, la de la luz, la del agua, del gas, del teléfono móvil… nada que dé aquella ilusión como cuando se recibían las de alguien querido.
Pues con el desuso de este trozo de papel metido dentro de un sobre, también se ha perdido esta ilusión, esta magia… ¡Qué pena!
Qué bonito era, llegadas las navidades, recibir cartas de felicitaciones. O, de vez en cuando, abrir el buzón y encontrarte un sobrecito con una postal firmada por tu amigo.

¿Qué es lo que ha fallado? Supongo que la inmediatez que nos ofrece la tecnología no nos la da una carta. Parece que ya no sabemos esperar. Lo queremos todo ahora, ¡ya! Una pena, la verdad.

Aunque con la tecnología ha pasado algo similar. ¿Qué fue de los SMS? Los podríamos comparar con una carta –ya sé que no es lo miso pues una carta es una carta-. Ya sólo se reciben los de la compañía de teléfono para decirnos que hemos agotado las megas de internet o los de una publicidad cutre con un descuento ridículo de una determinada marca de ropa. O los del banco, que nunca los entiendo, como sus cartas.

No mentiría al decir que la mensajería instantánea a través de los dispositivos móviles inteligentes nos ha proporcionado una conexión casi –el casi es para aquellos que duermen, al menos, unas horas sin estar pendientes del móvil- de veinticuatro horas con el mundo. Pero creo que hay ocasiones –podéis llamarme cutre, antiguo o lo que sea si queréis- en las que el SMS debería usarse.   

Hay cosas tan importantes que decir y tan especiales que se merecen ser elevados a categoría de mensaje de texto y no a simple mensaje gratis e instantáneo.

Un “¡Te quiero!” por ejemplo. ¿No es mejor el gozo que se tiene cuando este se recibe mediante un antiguo SMS? Es una emoción doble. Primero la de recibirlo y segundo, el contenido.

Como digo, hay cosas especiales que deben tener un reconocimiento diferente.  Desde mi punto de vista, los “uatsáp” convierten en mediocre ese mensaje especial que queremos mandar. Tenemos la mala costumbre de querer decir todo en cada instante. Desde lo más relevante hasta el mensaje estúpido que nos advierte de nuestra mala suerte –supuestamente- si no enviamos la cadena a diez personas.  Así, al mandar un SMS lo que queremos decir adquiere una cualidad que no tiene el mensaje de “Me aburro, ¿hacemos algo?” mandado por desde un aplicación.

Es por esto que aquello antiguo, cual mensaje de texto o carta, debería recuperarse para las cosas especiales. Porque así es doble la ilusión que nos transmite.

Por otra parte, y completamente diferente, ¿qué ha sido de los teléfonos en los bares? Los típicos azul y verde de la compañía que todos conocemos por estos colores.

Me acuerdo que cuando era pequeño siempre quería ser mayor para poder usar uno. Pues ya veo que no va a poder ser. ¿Qué daño hacían? Ninguno. El daño –que no es tanto, debo reconocer. Bueno, daño no sería la palabra. Entiéndase tal vocablo para dar drama-  es el que me han hecho al arrebatarme esta ilusión.

¿Y las cabinas de teléfono? Son pocas, ya, las que veo por la calle. Bueno, ahora no me viene en mente dónde vi la última. Así que supongo que ya no quedan. Si todavía hay alguna en pié, mi más sincero respeto, apoyo y reconocimiento. Grande, el trabajo que hicisteis en su momento. Supongo.

Sí, soy plenamente consciente que estaba hablando de las cartas y los mensajes de texto y ahora me he pasado a la telefonía. Pero es en este recordar de aquello que un día fue que me vienen en mente estas cosas, diferentes pero iguales pues nos hemos encargado de que ya no sean. Porque sí, señores – y señoras también, aquí no se excluye a nadie, pues entiendo que en señores están las señoras- nosotros nos hemos encargado de hacer que todo cambie.

Por cierto, es curioso, ¿no?, que los “hipsters” tanto que van de ‘vintage’ y de ‘retro’ no hayan recuperado esa tradición de enviar SMS o cartas. O que no hayan colgado una banderita en el balcón reclamando cabinas de teléfono por la calle.

En fin, que la vida da muchas vueltas y la humanidad es una caja de sorpresas.












dimecres, 23 de juliol del 2014

¡Bendito invierno!

Ya hace días que veo que se me escapan cosas, conceptos, ideas, costumbres; es decir, que no entiendo el mundo en el que vivo.

¿Hay alguien sobre la faz de la tierra que pueda darme una explicación, más o menos lógica, de por qué la gente ama, apoya, espera, se muere, idolatra, mata, se pelea por el verano? ¿Pero qué es esto? ¿Nos hemos vuelto locos o qué?

¡Con el calor que hace! Que no dan ganas de nada. Bueno, sí. De pasar el día tumbado en el sofá con todo el poco aire caliente que un ventilador cutre de los chinos puede ofrecerme. ¡Cuidado, que no estoy criticando a los chinos, eh! Esos seres que, de ser robots, serían el novamás del mundo, que trabajan haga o no calor... Les dedico un aplauso.

Pero a lo que iba, ¡¿Qué verano ni qué coño?! Con lo bien que se está en invierno, en casita, en el sofá, tapado con una manta y viendo la típica película cutre que echan los sábados a las cuatro de la tarde en el peliculón de antena3.

¿Y el Sol? ¿Nadie ha pensado en los desastres que hace nuestra amiga, la “estrella”? La de gente que ha quemado, el muy hijo de de su madre… (Por cierto, ¿quién es la madre del sol?)  

Y los guiris, ¿no se dan cuenta que el sol no está hecho para ellos? O más bien dicho, para sus pieles blancas como todo lo que sea blanco.

Tienen suerte que la moda es la droga caníbal y no otra que te haga comer marisco, porque de ser así, los confundirían con gambas. Lo digo por el color rojizo de la piel después de que les dé, y bien dados, los misiles que lanza aquel señor colgado del cielo a quien muchos admiran.  

En fin, que ya lo dice el anuncio, el Sol no es lo que nos venden.


Dicho esto, voy a veranear, lo mismo que hibernar pero en verano. En resumidas cuentas,  tumbarme a la bartola, esperando que llegue el buen tiempo. Mientras tanto, estaré ocupado o fuera de cobertura. 

diumenge, 22 de juny del 2014

Delirando voy, delirando vengo, por el camino yo me entretengo

¿Nos asusta el arte? ¿Nos vemos indefensos ante los colores, formas y demás, aparentemente – así se ha dicho siempre por “cultura” popular-  dispuestos al tun tún?  ¿Nos sentimos más cómodos cuando estamos frente a una obra la cual podemos entender, donde diferenciamos cada uno de los elementos y todo nos es, más o menos, familiar?

Soy consciente que existe una antítesis entre dispuestos y al tun tún ya que disponer supone proporción, mientras que, cuando “altuntuneamos” no tenemos en cuenta todo lo relacionado con el orden. Me da igual. No voy a cambiar la frase, me gusta así. Tampoco creo que la gente se pare a analizar estos dos términos. ¡Cuidado! No estoy, para nada, diciendo que seáis ignorantes.

Y ¿por qué la gente no considera arte a eso que es menos común, a lo que no reconocemos a simple vista, a lo que no nos es familiar, a lo que no nos transmite esa calma que nos puede transmitir un cuadro del paisajista John Constable? Todos hemos escuchado decir la típica frase de “¡Esto lo hacía yo en primaria!”
Pues mira, quizás sí que lo hacías y el problema fue de aquellos que tenías a tu alrededor que no lo supieron apreciar ni reconocer como eso, arte.

¿Puede que, yo y los que piensan como yo –supongo que los habrá-, nos hayamos vuelto locos –cosa que no niego, al menos por mi parte- y tengamos que, entre todos, reconsiderar aquello que definimos como arte?

Son muchas las preguntas y pocas las respuestas. Si creíais que respondería, no va a ser así. Yo sólo pregunto, que es lo que se me da bien. Lo de argumentar, que lo hagan otros que a mí se me da muy mal.
Los que me conocen ya lo saben.

En reuniones y debates, casi siempre me mantengo al margen. Prefiero observar, sacar mis propias conclusiones y no entrar en la dinámica de opinar. Siempre he creído que no es importante mi opinión, que no quiere decir que me crea o me sienta inferior. Pero, hasta cuando me hacían redactar textos argumentativos lo pensaba. ¡Qué coñazo! Ponerse a pensar, contemplar las múltiples posibilidades y, finalmente, tener que decantarse por una. 
Pues no, ¿por qué tengo que decidir entre blanco o negro? ¿No puedo elegir gris?, que también existe. Pues para eso me callo y ya está. Soy yo el que pregunta, no el que responde. A lo periodista. Que conste, que no pretendo ser arrogante. Si lo parezco, es fruto de vuestra imaginación, ¡amiguitos!

Como dice mi amiga –aprovecho para saludarte- , ¡llamadme rebelde, si queréis!

Pues eso, que he empezado hablando –o, al menos, intentándolo- de arte y termino hablando de nada –de Carmen Laforet-. ¡God, qué chispa que tengo, take me soon!


¡Por cierto!, amigas y amigos, no intentéis buscar el sentido a todo lo escrito, no lo tiene. Os lo dice un servidor, el creador. Pero sí, podéis contestaros las preguntas, si creéis que no vais a poder dormir. 

diumenge, 13 d’abril del 2014

Coffee today?


Quantes vegades ens hem fet aquesta pregunta? Són moltes les hores que hem passat xerrant mentre preníem una tassa d’aquesta beguda a la que tu n’estàs tant enganxada. Entre glop i glop ens anàvem contant les nostres vivències, les coses del dia a dia, els nostres plans... I el cert és que, sobre això últim, cada cop que ens veiem eren diferents. No tant els meus com els teus, però. Em sorprenies amb cada objectiu que et marcaves com a meta.

Recordo especialment un cafè que vam fer a un bar on no havíem anat mai abans i on vam parlar de quelcom que, per lo que he vist, ha tingut conseqüències. El temps dirà, però, si val la pena, tot i que, de ben segur, que anirà fantàstic.

El dia en que marxaves s’anava apropant i, com no, no podíem passar per alt l’últim “coffee”. Aquesta vegada, com que l’ocasió s’ho mereixia, va ser amb dinar inclòs.

Després d’aquest dinar, quan marxava cap a casa pensava en tot lo que m’havies contat. Reflexionava sobre les teves ganes de viure aquesta experiència, de superar un nou repte, de trobar-te a tu mateixa en aquest camí...

També vaig tenir temps de pensar en el comiat que ens vam fer a la boca del metro. Vaig tenir la sensació que va ser com si res, com si ens tornaríem a veure en dos setmanes. Dos petons i una abraçada, així de simple.

Però la veritat és que mentre continuava caminant cap a casa, m’anava fent més a la idea que aquesta era la última vegada que ens veuríem en un llarg temps.

Per una part em fa pena que marxis però per l’altra només puc desitjar-te molta sort, ànims i dir-te que estic molt content per tu, pel fet que pugis viure aquesta oportunitat meravellosa que de ben segur t’anirà fenomenal en tots els aspectes.

I sí, aquesta entrada va dedicada a tu, que quan la llegeixis ja seràs allà, en terres irlandeses.

Et trobaré molt a faltar...


T’estimo, guapa! 

dilluns, 31 de març del 2014

Revolución en la mente

Estaba cansado, ya no tenía más fuerzas y hasta respirar le suponía un esfuerzo sobrenatural. Acababa de llegar de su primera y última clase del día. Había decidido que a la siguiente no iba. De hecho, era ya una costumbre des de hacia ya varias semanas. No valía la pena malgastar aquella hora en aquella clase tan ínfimamente aburrida en la que el profesor se dedicaba a contar batallitas de su vida en lugar de centrarse en lo que realmente era necesario.

Prefería dedicar ese rato a escribir, leer, formarse por su cuenta, quedar con amigos, buscarse la vida.
Pero ese día fue especial. Al abrir la puerta de su casa se sintió terriblemente solo. Se sirvió una taza de té que preparó la noche anterior. Para cuando se sentó a escribir vio que ya no le quedaba más nada. Tan solo la taza con los restos de azúcar de ese té que se había bebido en un suspiro. Mentira, más rápido que lo que se tarda en hacer un suspiro.

Miraba al fondo de la taza y se veía a él mismo. Se identificaba fácilmente con los pequeñísimos granos de azúcar. Abatidos, insignificantes y que después de la taza, desaparecerían en el desagüe.

Durante los meses que llevaba en aquel lugar había adelgazado, aun así, no podía soportar su propio peso. Eran tantos los problemas, los ir y venir de ideas, de ilusiones que se le pasaban por la cabeza y que de allí no salían. Estaba ya harto de llamar puerta tras puerta y ver como nadie le ayudaba. No encontraba trabajo, por más que buscaba. Estaba exhausto de mirar y remirar los anuncios de los periódicos, aquellos anuncios prometedores, que aportaban un pequeño rayo de luz a su oscuro presente pero  que, cuando llamaba para informarse, no daba el perfil o el sitio vacante ya no lo estaba.

Se sentía tan mal. Pensaba que no estaba aprovechando el tiempo y que no había nada que le motivara. No creía en sí mismo, en sus propias capacidades que, si las potenciara, seguro que tendría muchas oportunidades. La pereza y la poca autoestima se juntaban y creaban un sinfín de emociones negativas que para nada ayudaban al pobre muchacho a salir adelante.

Veía su futuro oscuro, incierto. No sabía que haría mañana, ni tan solo que haría un segundo después del presente que ya es pasado. Eran muchos los minutos, los días que había perdido pensando, al fin i al cabo, estupideces como la de dejarlo todo, de abandonar esta lucha que creía perdida.
Había días que se sentía tan inferior, desgastado, cansado, derrotado, fracasado, abatido que nada ni nadie era capaz de animarlo, de hacerle ver un poco de esperanza al final del camino.

Pensaba que todo esfuerzo era insuficiente para salir adelante, para continuar a pié de cañón decididamente con tal de poder lograr aquello que no sabía aún que era.

De repente, todo cambió. Un toc-toc en su puerta inesperado hizo que todas esas penas desapareciesen. Era su amiga, había venido a visitarle. Sabía que cuando ella venia, todo era diferente. Podía confiar en ella. Pasaban horas y horas hablando de la vida, de sus problemas, se aconsejaban mutuamente. Siempre había un antes y un después en esas charlas ya que los ánimos del chico volvían a niveles más altos de los esperados.

Y si se estaba preocupando demasiado por todo, se preguntaba. Afirmativa era la respuesta pues en verdad, todo lo que le pasaba era que se estaba haciendo mayor, empezaba ahora a vivir en primera persona, solo, sin nadie que le guiara.


Crecemos y no nos damos cuenta y cuando menos nos lo esperamos, nos encontramos con problemas y revoluciones en la mente que nos hacen pensar más de lo que hemos pensado al largo de nuestra vida. Por qué señores, esto es crecer. Es preocuparte por el día a día, por el futuro que nos espera. Y cuando se empieza y no se tiene experiencia, engrandecemos aquello que en verdad es tan pequeño como los granos de azúcar de la taza del té ya acabado.

divendres, 14 de març del 2014

Continuo a la espera

Tot és fosc, et busco i no et veig. No ets amb mi. Estic a la espera, sense perdre l'esperança de que en una de les moltes vegades que miro el telèfon mòbil, hi aparegui un missatge teu.
Ho he de reconèixer, estic impacient. Fent honor a la veritat, cal dir que només fa una setmana d'aquest anar i venir de missatges tontos, de mirades, de somriures nerviosos, d'ironies... i fins i tot sense que ens coneguem.

Però saps una cosa? El fet que no ens coneguem desperta més interès al meu interior.
Aquestes ganes per saber de tu, de llegir pel matí un missatge teu on m'expliques qualsevol tonteria com per exemple que t'has deixat la carpeta a casa o que mentre estic a la biblioteca estudiant, m’enviïs una foto teva al bar amb la intenció de crear-me aquella envejeta, sana, però de la que em faria deixar el que estic fent per anar on ets. Són aquests els actes, petits però suficients, que busco, que espero, que em fan goig i em donen ganes de segui endavant, de que valgui la pena passar temps esperant mentre no m'escrius.

L'altre dia, però, vaig donar-li massa voltes a tot això i vaig acabar menjant-me el cap i preguntant-me què havia fet malament. Les coses van anar així: ja era tard, de nit. Portàvem una estona parlant. Res seriós, les típiques bromes i ironies que comporta aquesta situació. De sobte em dius que també estaves preocupada i em dibuixes per sobre què és el que et preocupa. Llavors et vaig recolzar i va ser quan vaig sentir que estava jugant un paper que no volia. No vull ser només el teu amic, vull ser més que això. I en aquell moment, quan em vas dir: “Gràcies, Marcel, ets un gran amic!”, em vaig sentir que em consideraves, només, allò que jo no vull.

M'he rellegit les converses diversos cops, li he donat voltes i me’n penedeixo de no haver-te enviat respostes que havia escrit i haver-les canviat per altres només per no ser una mica descarat i no deixar entreveure res.
No sé què és el que penses tot i que m'agradaria saber-ho. De moment, però, continuaré esperant, fent com si res estigues passant. Al llit, amb els llums apagats, auriculars posats i escoltant el piano, relaxat, esperant que aquesta foscor es trenqui per la llum del teu missatge que encara no ha arribat.

Jo, com he dit, restaré aquí, escrivint aquestes paraules perquè, com tu vas dir, no fos cas que mogui el cul.


Torno a mirar, tot és fosc i tu no ets amb mi. Continuo a la espera.

dimarts, 4 de març del 2014

Reflexions de primera hora

Són dos quarts i deu de deu. Al tren ja s’anuncia la pròxima parada. Gent que baixa i d’altra que en puja per emprendre aquest viatge. L’última parada? Barcelona – Estació de França.
Fa sol. Aquell tipus de sol que comença a desxifrar que el bon temps ja s’acosta. 16ºC de temperatura, ni massa calor ni massa fred. Aquell estat en què pots anar encara amb una bufanda al coll o per als més valents, no els fa res anar amb màniga curta.

Una altra parada s’anuncia. Això em fa pensar en lo prop que estan estes dos ciutats, la que deixo i la que n’entro.

Vaig acompanyat però és d’aquella companyia que et fa sentir sol de totes maneres. L’una, i amb la que he començat el viatge, dorm, diu estar cansada i no trobar-se gaire bé; l’altra, que ha emprès el viatge unes parades després que nosaltres, s’ha assegut al meu costat. No sé qui és. Segons el meu pronòstic, ens acompanyarà fins al nostre destí.

A l’altra banda de passadís, tres persones fent el mateix. Llibre en mà i llegint.

Miro per la finestra i tot el que veig és una verdor espessa en primer pla que si miro més enllà es dibuixen les siluetes dels arbres. Aquesta verdor queda trencada per la blancor de les cases. Uns habitacles, alguns, a primera fila de mar que, ves a saber si són fruit de la bombolla immobiliària.

De sobte tot es fosc, deixo d’escriure i quan me n’adono que estem travessant un túnel, ja torna la llum. Amb això, torna a cobrar sentit el fet que porti les ulleres de sol ja que, aquest, em dóna de ple a la cara.
Un badall i un altre i un altre. Penso, tinc son. Però la buidor que noto al meu estomac em fa saber que aquests badalls reiterats no són d’una altra cosa que de gana.

Torno a sentir la veu de dona programada que anuncia les parades. Aquesta que anuncia és la penúltima abans d’arribar al meu lloc de destí. Em faig il·lusions i penso que només me’n queden dos després d’esta. Aquesta emoció no serveix de res ja que encara em manquen tres quarts d’hora per arribar, aproximadament.

De nou, un altre passatger ocupa el lloc vacant que quedava, aquest cop al costat de la meva companya, la que conec, la que ve amb mi des de l’origen, la que diu trobar-se malalta i estar cansada.

Com al tren, passa el mateix a la vida real. Venim sols al món però de mica en mica són molts els que s’uneixen a nosaltres. Alguns, duren molt poc, com d’una parada a l’altra; d’altres, des de l’estació d’origen fins al final.

Tinc ja ganes d’arribar. Necessito estirar les cames tot i que sé que en baixar d’aquest tren tinc moltes coses a fer. L’activitat rutinària començarà i, amb això, donaré per començada la setmana. Les classes, les coses de casa, la feina... però bé això és lo que he escollit i de ben cert que no me’n penedeixo.



Deixo d’escriure. La veu del tren anuncia la meva parada. Ara és hora de recollir, baixar les maletes i preparar-me per sortir un altre cop a la vida.

dilluns, 3 de març del 2014

I AL TORNAR DE LA FIENA...



(L’escenari és completament fosc. Des de fora de l’escenari se sent el soroll d’una bala que acaba de disparar-se i el crit dolorós d’una dona. De mica en mica, una llum es va obrint al centre. Un home va apareixent de manera que es dirigeix on és la llum. Ho fa de manera tranquil·la. Quan està al centre i mira al públic, veiem que és un home d’estatura mitjana, d’uns 30 anys i està més aviat flac. Porta els cabells desordenats, amb la barba deixada de fa dies, està dèbil, té la mirada trista, perduda però es pot entendre que està foll. Va vestit de rigorós negre amb unes robes amples. Descalç. Porta un arma.)


Ja està. Ja ho he fet. M’ha dit que no, que m’ho podia explicar però no podia aguantar les ganes de fer-ho. Feia ja massa anys que les coses no anaven bé. Que estava esperant aquest moment amb totes les meves ganes, amb totes les meves forces. No havia planejat res però ha sortit millor que si ho hagués fet.M’havia estat faltant al respecte durant tots aquests anys.

Encara recordo aquell dia que vam discutir per primera vegada. Tornàvem de fer una passejada pel parc. Era tot culpa d’ella. Un jove ens va passar pel costat i es van creuar la mirada.


Quan vam arribar a casa, no vaig poder aguantar les ganes d’escridassar-la, de retreure-li allò que havia fet. Aquella mirada que es van creuar va ser com si em disparés amb tots els fusells d’un exèrcit. No suportava que  mirés als altres. Em tenia a mi, perquè ho havia de fer? Aquesta primera vegada no va haver res més enllà dels crits.


La segona vegada ja va ser diferent. Vaig arribar a casa, cansat, després de tot el dia a la fàbrica treballant. Eren ja les deu de la nit i, com de costum, jo em canviava la muda del treball, em rentava la cara, les mans i ja tenia el sopar preparat a la taula, calent. Però aquesta vegada no va ser així.  Me la vaig trobar al llit, gitada, dormint. El menjar no era a la taula i ni tant sols s’havia dignat a preparar-me res. La seva excusa? Que estava malalta i en tot el dia s’havia pogut aixecar del llit. Si ho feia, queia al terra marejada.


Òbviament no me la vaig creure. Com podia tenir la cara de no dignar-se a preparar-me quelcom per menjar.


Aquesta vegada la meva reacció va ser proporcionada a la seva acció. No li ho podia perdonar així que la vaig aixecar del llit d’un sarpat, la vaig empènyer contra el sòl, la vaig estirar de les grenyes. Li vaig dir que no ho tornés a fer, que jo sí que estava malalt de tant treballar. Que ella l’únic que feia era estar a casa, cuidant d’aquesta, fent el menjar per mi i, de tant en tant, la treia a passejar.


A mesura que li anava parlant, els crits eren més i més elevats fins que la gola no podia més, em feia mal però la ràbia encara la tenia dins, l’havia de treure d’alguna manera. Els cops. Les puntades de peu. Aquests van ser la meva solució.


Encara recordo com va començar a sagnar pel nas. Ella em deia que parés, que li feia mal. Es disculpava per tot, em deia que ara mateix em prepararia alguna cosa de sopar. Però jo no podia esperar. Si hi ha quelcom que odio és esperar. Ho vull tot ara, en el mateix moment.


És clar que no vaig parar fins que la satisfacció de copejar-la va ser igual o superior a menjar-me aquell imaginari sopar que no m’havia preparat.


Al matí següent, em va demanar perdó. Em va dir que la culpa era seva, que el fet que estigués malalta no treia que jo arribava cansat a casa i em mereixia l’atenció i el respecte que li havia anat ensenyant durant els tres anys que portàvem casats. Com aquest episodi, us en podria explicar molts més. Al principi es repetien setmana rere setmana fins que les baralles, sempre per culpa seva, es produïen dia rere dia. Cada nit, quan jo arribava a casa, l’havia d’escridassar per alguna cosa. Els crits sempre portaven als cops. Però s’ho mereixia, sempre.


Ara ja no tornarà a passar. Ha mort. L’he mort. No podia suportar-ho més. Només disparar-la era lo que em quedava més enllà de les puntades de peu, de les esgarrapades, de les estirades als cabells, dels cops, dels escopits, dels crits.


Només així acabarà tot, aquesta angoixa, aquest patir per saber que arribaria a casa i l’hauria de renyar per qualsevol tonteria. Si hagués fet les coses bé, si ella m’hagués respectat, això no li hauria passat.


El pitjor de tot és que amb ella, també ha mort el nostre fill. Havia de néixer la setmana que ve. De fet, ja començava a tenir els primers dolors.


Però com sempre, la culpa va ser d’ella.


(La llum cau, l’escenari torna a ser fosc. Es tora a sentir el soroll d’una bala disparada i el crit esfereïdor de l’home que s’acaba de disparar.)